En un mundo que valora tanto los sentimientos, es fácil caer en el error de creer que si algo nos hace sentir bien, automáticamente viene de Dios. A menudo, hemos aprendido a medir la voluntad de Dios basándonos en nuestras emociones. Sin embargo, la verdad es que no siempre lo que nos resulta agradable procede de Él. Entonces, surge la pregunta: ¿realmente todo lo que nos hace sentir bien es de Dios?
La Biblia, de hecho, nos enseña que la Palabra de Dios no siempre nos hará sentir cómodos. Al contrario, muchas veces nos confronta directamente, mostrándonos aspectos de nuestra alma (nuestros sentimientos) que necesitan ser sometidos al espíritu. Como Hebreos 4:12 (NTV) lo expresa tan poderosamente:
«Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, que penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos.»
Cuando Dios habla, no solo nos muestra la verdad, sino que también nos ayuda a reconocer nuestras fallas, nos corrige y nos guía hacia una vida correcta. Aunque su mensaje no siempre se sienta bien, siempre nos hace bien. Esto se debe a que enfrentar nuestros errores, por incómodo que parezca, es fundamental para nuestro crecimiento y para disfrutar todo lo bueno que Dios tiene para nosotros (ver 2 Timoteo 3:16). Además, Su Palabra no solo corrige, sino que también viene a desarraigar, derribar y destruir todo aquello que no es de Él en nuestra vida, para luego edificar y plantar lo que sí le pertenece (ver Jeremías 1:10).
Por lo tanto, no podemos medir si algo es de Dios simplemente porque nos hace sentir «lindos» o «motivados». En su lugar, debemos preguntarnos: ¿Esto me está haciendo parecerme más a Jesús? ¿Me está alejando del pecado y transformando mi forma de actuar? Si la respuesta es afirmativa, aunque duela, es una señal clara de que viene de Dios.
En ocasiones, Dios va a romper ideas y actitudes que hemos justificado durante años. Como Jesús mismo dijo en Lucas 9:23 (NTV):
«Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz cada día y seguirme.»
Tomar la cruz no es una experiencia cómoda, pero es absolutamente necesaria.
Dios no solo desea que nos sintamos bien; Él quiere transformarnos profundamente. Romanos 12:2 (NTV) lo resume así:
«No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.»
Así que, la próxima vez que escuches algo que «suene bonito», pregúntate si también te está formando a la imagen de Cristo. ¿Está moldeando tu carácter y tus pensamientos? Recuerda: algo viene de Dios no porque nos haga sentir bien, sino porque nos ayuda a ser más como Él.