La palabra de Dios enseña que Él es un Dios vivo, un Dios que habla y que desea comunicarse contigo. La pregunta es cómo puedes escucharlo, y la respuesta principal es que escuchas su voz a través de las Escrituras, pues su palabra es viva y eficaz, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Ya que toda la Escritura es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16-17), y no hay profecía más confiable que la Biblia; es en ella donde conocemos quién es Él, su voluntad y sus planes para nosotros. Las Escrituras dirigen nuestra vida y nos muestran el camino por el cual debemos andar.
Entonces, si deseas escuchar a Dios, debes leer, estudiar y meditar en su palabra. Pues, como afirma Jesús en Juan 10:27: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen». Una de las razones por la que le damos gran prioridad a la palabra es porque como sus hijos, nosotros somos guiados por su Espíritu, y el Espíritu y la palabra siempre concuerdan.
De manera que cuando estudiamos la palabra, vamos a poder discernir la voz del Señor, la cual percibimos en nuestro espíritu. «La lámpara del Señor es el espíritu humano, la que examina lo más profundo del corazón» Proverbios 20:27. Así que en nuestro espíritu recibimos luz y guía. Por lo tanto, para poder escucharlo, debemos alimentar nuestro espíritu teniendo comunión con el Señor, hablando con Él constantemente y alimentándonos de su palabra. Esto nos ayudará a que nuestra carne no hable más fuerte que nuestro espíritu, y así podremos discernir la voz de Dios en nuestras vidas.
Versículo: Romanos 8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Confesión: Yo soy una hija de Dios que escucha su voz, así que yo lo sigo, yo estudio la palabra de Dios así que puedo reconocer cuando él me habla.
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