Si en algún momento has experimentado inquietud, sensación de nerviosismo, fatiga, dificultad para concentrarte y tensión muscular. Seguramente, has tenido ansiedad, y créeme que no estás solo.
Cuando la presión de la vida llega, y las cosas se salen de nuestro control, la ansiedad toca a la puerta, y cuando la dejamos pasar nos hace sentir angustia y temor. Lo he experimentado de primera mano, así que sé de lo que te hablo.
Hace unos años, la fuente de ingresos de mi hogar, se redujo a la mitad, mientras que los gastos seguían siendo los mismos. En un principio, dije todo va a estar bien, confesé filipenses 4:19 sobre mi hogar. Pero la situación golpeaba con dureza, y mi fe flaqueó, tal como le pasó a Pedro al caminar sobre el agua, quité mis ojos de Jesús, miré la tempestad, y empecé a hundirme en la ansiedad.
Pero gracias a Dios, Jesús, al igual que hizo con Pedro, me levantó cuando me estaba ahogando en esa situación. Animó mi fe, calmó la tempestad, me enseñó a confiar más en él, y aprendí que no se trata de lo que nosotros podamos hacer, sino de lo que Dios puede hacer.
Así que cuando te sientas ansioso mantén tus ojos en Jesús, enfócate en su palabra y en lo que él puede hacer, entrega tus cargas a él, y no te distraigas mirando la tormenta, pues él calma la tempestad y te rescata de la ansiedad.
Versículo: ¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Mateo 6:27 NBLA
Confesión: No me afano por nada, echo toda mi ansiedad en Dios, pues sé que Él me ama, y cuida de mí. Suelto el control de mi vida, y lo entrego a Dios, confío en lo que él está haciendo en mí y por mí.
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